domingo, 15 de noviembre de 2009

Disfruta la fruta

Refrescante, sabrosa y, casi siempre, deliciosa, uno de los alimentos más apetecibles durante el verano –o durante los interminables calores de estas latitudes tropicales- es para mí la fruta. La he disfrutado de mil maneras: al natural, en zumos, en ensaladas y acompañando otros manjares.

Al natural, de lo mejor, los mangos, cuanto más maduros más sabrosos; nos dijeron que el interior de Java era zona con tradición de cultivo y tenían los mejores – desde luego estaban riquísimos, y eran gigantescos.

En zumo, para acompañar la comida, mejor los clásicos: uno de piña, naranja o papaya. El aguacate (¿es realmente una fruta, por cierto?; yo diría que no) es demasiado denso y no me pega en zumo (en ensalada sí, desde luego). Y el de la fruta estrellada (llamada carambola en Sudamérica) es demasiado amargo; también lo descarto, esta fruta mejor para adornar. El de lichi no me convenció tampoco. Si buscas refrescarte, ya se sabe, la sandía, al natural todo un clásico, y en zumo una alternativa que no había probado (tampoco el de melón, bastante bueno). O el agua de coco, esencial en cualquier puesto callejero.

En batido, el de plátano, espectacular en un restaurante de Bali en el que todo estaba para chuparse los dedos, en especial un filete de atún a la parrilla, crudito, que cenamos un día. También el de fresa, excelente fresquito y recién hecho, o el de guayaba, también llamada, según el país, guava.

Y luego están todas las variedades locales que yo no había probado. El durián (que yo inicialmente confundí con la guanábana colombiana, que sólo he tomado en zumos, pues nunca la llegué a ver al natural), con un olor apestoso y una text
ura desagradable, no me gustó nada. La fruta del dragón o pitaya, roja o blanca por dentro, rica, rica en cualquier caso. El lichi y todas sus variedades hacen buen servicio de aperitivo: langsat (lo tomamos la primera vez recién cogido, en Sarawak), rambután y longkon son algunas de las que hemos visto y probado. Como frutas curiosas, la pomarrosa, con forma de pimiento y sabor a manzana, y la extraña y enorme fruta de Jack, a la que aún no le he dado una oportunidad. Cory me dice que pruebe también las peras coreanas (su madre es de allí, por cierto), y yo le contesto que sí, que tiene razón en eso de que en la vida casi todo se puede probar al menos una vez, pero que yo siempre me he decantado por las de agua.

El mangostán o mangostina, según nos dijo nuestro amigo Don, es, junto con el kiwi y el pomelo (enormes en el mercado flotante de Damnoer Saduak, cerca de Bangkok), de los mejores antioxidantes: bueno para prevenir muchas enfermedades. No sé si llegará a España, para incorporarlo a la cesta de la compra alguna vez.

Lo sabrá seguro mi querido Tío Eladio, gran conocedor de casi todas las variedades de fruta existentes, y a quien, tratando este tema, no puedo dejar de mandar un cariñoso saludo a través de esta entrada del blog.

Yo, por ahora, así sigo, disfrutando tanto de las nuevas texturas y sabores como de los ya conocidos, tanto en la fruta como en la vida, siempre buscando la sombra y el refresco por estas calurosas latitudes.

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