miércoles, 13 de enero de 2010

Viaje en moto por el norte de Vietnam – El comienzo

¡Gran decisión la de comprar las motos! Fueron dos intensos días en Hanoi probando motos (al principio no sabíamos ni arrancarlas), sopesando si alquilar o comprar, verificando los procedimientos y papeleos para pasar con las motos a Laos (nos rajamos de primeras, por complicado el papeleo, en continuar con ellas hasta Tailandia) y, cómo no, tomándonos unas copitas algún día y cenando unos dumplings buenísimos en un puesto / restaurante (tenían las dos versiones) del que nos hicimos asiduos.

Probamos unas motos chinas –dentro de nuestro rango de precios (lo más barato posible)- en el mercado de motos local que quizás nos hubiéramos llevado, desde nuestro profundo desconocimiento de la mecánica, de no ser por la ayuda de un tío majísimo que nos asesoró en el mercado (además de ser el único que hablaba inglés por allí) y nos dijo, sólo escuchando el motor, que una de ellas no tiraría ni 200 km.


Al final, nos decantamos por el misticismo de las Minsk, motos bielorrusas de los 90, de 123 c.c., que, además de ser bien molonas, eran una garantía de robustez a largo plazo, y, digámoslo también –porque lo sabíamos-, de problemas mecánicos a corto. Ni el mini-curso de mecánica que nos dieron en el taller donde las compramos –por 400 USD cada una, un poco por encima del mejor precio posible-, ni el manual de las Minsk que nos bajamos de Internet y que habrá acompañado a los muchos viajeros que recorren Vietnam con este tipo de motos, iban a cambiar eso, así es que lo mejor era ponernos carretera y manta cuanto antes para seguir la ruta que habíamos preparado por el norte de Vietnam.

El primer día (5 de diciembre, cómo pasa el tiempo) fue complicado, por supuesto. Por la mañana, la moto de Mat no arrancaba y tuvimos que ir al taller a que ajustaran alguna cosita (por entonces no sabíamos muy bien qué tocaban). Las gestiones para mandar las mochilas a Viantiane (en Laos), donde terminaríamos el viaje, nos llevaron más tiempo de lo esperado. Y el caótico tráfico de Hanoi, unido a nuestro escaso virtuosismo en el dominio de estas pesadas motos y a no saber exactamente cómo tomar la “Autopista” 6 hacia la que nos dirigíamos, tampoco ponía las cosas fáciles. Finalmente, ese día sólo pudimos hacer 80 km hasta Hoa Binh, pero ya vimos lo mucho que íbamos a disfrutar esta historia. También dimos de beber a nuestras sedientas potras motorizadas por primera vez, mezclando, cada vez, entre un 3 y 5 % de aceite con gasolina convencional, hasta los aproximadamente 11 litros que puede almacenar su depósito.


Nuestra segunda etapa fue muy diferente. Cogimos la confianza necesaria en nuestras cabalgaduras y disfrutamos una barbaridad de los espectaculares paisajes con los que nos encontrábamos tras cada curva de la carretera, que serpenteaba entre las montañas. Los bancales de arroz, apostados de formas inverosímiles en cualquier ladera, verdeaban tímidamente en esta zona en la que se asientan algunas de las minorías étnicas vietnamitas, tan coloridas en su indumentaria tradicional y tan diferentes de carácter (más alegres, menos pícaros y más sanotes) a los vietnamitas de ciudad.


Pasamos por Mai Châu, nos desviamos ligeramente hasta Môc Châu, y tras dirigirnos al este por la menos transitada carretera 43, cruzamos un río en una barcaza para, tras algo más de 210 km, terminar nuestro día en Phù Yên. Como nota negativa (o positiva, visto el resultado) de la jornada, en una curva con gravilla mordí el polvo y, aunque no me hice nada serio (ni la moto tampoco), me di un buen susto que sólo me dejará algunos pequeños recuerdos en las manos. A partir de entonces, dejé que fuese mi compañero Valentino quien apurase las frenadas para convertirse en el terror de la A6, siempre que la moto se lo permitiera…


En Phù Yên, sábado por la noche, parecía que no habría mucho que hacer, pero, tras una cena vietnamita regular y unas cervezas acompañadas de caracoles, acabamos en un local de karaoke (en Asia no son como los nuestros, ya sabéis…), junto con unos locales que habíamos conocido, dando un lamentable espectáculo musical, que sólo mejorábamos tras cada copa.


Por cierto, infraestimamos la concentración de cajeros automáticos en el norte de Vietnam y nos encontrábamos sin un dong y sin perspectiva de poder sacar pronto, así es que tiramos de fondo de emergencia y cambiamos en una joyería, a tipo de cambio para guiris, 140 euritos para ir tirando. Y así, anda que anda, íbamos tirando en nuestro viaje, que os seguiré contando en el siguiente post (que llegará más pronto que tarde, no como éste) y cuya ruta detallada dejo a continuación.


Ver Extremundo - vuelta al mundo en un mapa más grande

No hay comentarios:

Publicar un comentario