miércoles, 13 de enero de 2010

Una sorpresa tras cada curva

La tercera jornada del viaje motero por Vietnam fue aún mejor que la anterior, ya que la carretera subía aún más entre las montañas, en cuyas cimas una espesa niebla cubría el parcialmente el valle, convirtiendo el panorama, a la caída de la tarde, en un espectáculo sobrecogedor. Eso sí, con tanta subida y bajada, comenzamos a vislumbrar las limitaciones mecánicas de Babushka y la innombrable montura de Valentino, que ese día comenzó su interminable y sufrida guerra con el embrague y la caja de cambios.


No llegamos a nuestro objetivo de Mù Căng Chải , ya que se nos hizo de noche parando y haciendo fotos en nuestro feliz ensimismamiento paisajístico. Nos quedamos a sólo 20 km en un pueblecito donde, al preguntar por un restaurante (evidentemente, no había ninguno como tal) nos invitaron a cenar (y a unos tragos de su whisky de arroz) un grupo de paisanos muy majos.


Después de tres días sin descanso de moto y con los primeros dolores de culo y espalda, decidimos tomarnos un día de relax en Mù Căng Chải, que sin duda la zona lo merecía. Hicimos un trekking improvisado junto al río y seguimos con nuestro safari fotográfico entre montañas y arrozales.

Además, rendimos visita obligada a un mecánico del pueblo, que desmontó la caja de cambios de la moto de Mat (nos sorprendió que fuese capaz de poner todas las piezas de nuevo en su sitio), ajustó los embragues y frenos de ambas motos, a las que pusimos retrovisores derechos, y ajustó tuercas aquí y allá (manillar incluido) en la maltrecha Babushka.


Ni que decir tiene que, una vez fuera de Hanoi, encontrar a alguien que hablase inglés era toda una novedad, así es que no hacíamos más que tirar de nuestra guía de conversación en vietnamita de Lonely Planet para confirmar la dirección correcta y el resto de tareas de supervivencia (comer, beber y dormir, además de arreglar las motos).

El quinto día también se presentaba largo (aunque ya se sabe que no hay quinto malo): teníamos que llegar hasta Tuan Giao, vía Nghia Lo (en la carretera 32) y Muong Kim (en la 279). No sabría decir cuántos kilómetros son exactamente (entre 200 y 250), ya que las Minsk no tienen cuentakilómetros. Bueno, por no tener, tampoco tienen cuentarrevoluciones ni indicador de marcha, y se arrancan sin necesidad de llave (compramos unos candados, aunque para arrancarlas lo importante es conocerlas, por lo que difícilmente se van con extraños).


Bueno, el caso es que también nos quedamos muy cerca, pero no llegamos. Sin embargo, el viaje era de lo más entretenido para la conducción, a la par que azaroso: ríos por cruzar en barca, carretera cortada a tramos (al final incluso con piedras y árboles en ella que teníamos que esquivar), pequeños puentes de madera para atravesar algún río y una carretera que, de vez en cuando, se convertía en caminos de arena y piedra (que en Laos encontraríamos tan comunes).

Además, hicimos algunos kilómetros de más al perdernos en el cruce de Than Uyên y, un poco más adelante, le dio un calentón a la moto de Mat (que ese día llevaba yo) y me quedé tirado en una cuesta, sin cobertura de móvil (ni vietnamita ni español), y sin recibir ayuda local (directamente pasaban) durante la escasa media hora que tardó la moto en querer arrancar de nuevo para llegar hasta el siguiente punto con cobertura donde pude hablar con José Ángel, que iba un poco más adelante, y proseguir cautelosamente hasta donde fue posible antes de que anocheciese.

El día siguiente, un par de horas de conducción muy sencillita hasta Dien Bien Phu, ciudad a sólo 35 km de la frontera con Laos, famosa por una cruenta batalla en la que los vietnamitas dieron buena cuenta de los franceses en la guerra de Indochina a base de paciencia y conocimiento del terreno.

De todas formas, al margen de guerras y batallas, de amor y de odio con nuestras motos, como dicen los brasileños y me decía mi amigo Joseph (ya casi brasileiro también), todo esto “faz parte”, y el encanto de la historia está en todas estas sorpresas que nos depararían tanto las motos como el propio camino durante nuestra travesía por Vietnam y Laos. En el siguiente post (¿otra vez me he pasado de largo?), más sorpresas en el cruce de la frontera con Laos.

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