domingo, 3 de enero de 2010

Destinos turísticos del Norte de Vietnam

Es Hanoi una ciudad que parece llevar una marcha más que Saigón, con mucho ritmo y bullicio en los callejones del centro histórico, el lugar donde los expatriados se siguen reuniendo a comer, a beber y a disfrutar de todos los vicios y placeres mundanos, tal y como ya hacían durante las guerras de Indochina y de Vietnam, en las que los vietnamitas se despacharon a los franceses y americanos respectivamente. A su alrededor, un enjambre de motos a todas horas recorre sin pausa las avenidas, calles y pasajes de lo que sin duda es el centro neurálgico del norte de Vietnam.

En el camino desde el aeropuerto (cogimos un vuelo desde Nha Trang) hacia nuestra céntrica zona de alojamiento, nuestro amigo Cory, a quien ya hacía semanas que no veíamos, nos llamó y nos sorprendió con su última aventura: había estado 6 días recorriendo el norte de Vietnam con una moto de alquiler (una Honda offroad). Según él, una pasada. Así es que ya teníamos en lo que pensar: ante nosotros estaba la posibilidad de meterle un poquito de aventura y emoción a un viaje que, en bastantes ocasiones, no hacía más que seguir las rutas de miles de otros mochileros o turistas. Y nosotros, que siempre tenemos en la cabeza la palabra especial como nexo de unión de los diferentes destinos y experiencias durante del viaje, estábamos más que preparados para ello.

Mientras lo madurábamos (yo creo que la decisión estaba tomada de primeras, sólo faltaba cómo materializarlo), aprovechamos para visitar varios destinos muy interesantes. Nos desplazamos en primer lugar a Ninh Binh, para, desde allí, con unas motos que alquilamos (la primera vez que conducíamos scooters de marchas, tras los automáticos de Bali), visitar, en el mismo día, el entorno natural de Tam Coc y unas pocas ruinas decrépitas y sin interés que corresponden a la antigua capital, llamada Hoa Lu.

El paisaje alrededor de Tam Coc es desde luego espectacular, y recorrerlo en moto a tu ritmo lo magnifica. Las formaciones de karsts (pináculos de piedra caliza) que se elevan sobre el valle recorrido por un pequeño río –que atraviesa las montañas a través de pequeñas cuevas- impresionan desde cualquier punto de vista; en especial desde un par de bonitos parajes, más altos que el resto del entorno, y en los que se sitúan –cómo no- sendos templos budistas. En Vietnam publicitan esta zona como Bahía de Halong en el interior, y yo diría que sí que lo es, aunque, por suerte, mucho menos masificada. No he estado nunca en Guilin, pero me lo imagino similar, con el agravante de la multitud de chinos que lo visitan en todas las temporadas, en este boom turístico particular que está experimentado el gigante asiático, cuyos codiciosos y maleducados habitantes se ganan cada día más mi cariño y aprecio (sin acritud, que conozco lo general, pero también lo particular, y sé que hay de todo).

El viaje de Ninh Binh a Halong City –cuatro horas apiñados en un minibús con locales aún más empaquetadosa que nosotros- no fue mucho más placentero que el de Hanoi a Ninh Binh, aunque evitamos la tediosa rutina de esperar a que se llene el autobús –público- antes de partir, lo que en Hanoi representó dos horas extras que no nos sentaron nada bien, máxime después de llegar a la estación ya quemados tras una movida con el taxista, que, como buen vietnamita de ciudad, también nos intentó timar.

En cuanto llegamos al puerto de Halong, la marabunta de turistas de paquete llegados en sus autobuses “de lujo”, mochileros imberbes regateando, y oportunistas agentes de viajes y operadores portuarios y vendedores de todo tipo nos minó la moral. Los típicos barcos de madera que despliegan sus velas (sólo por lucirlas, pues van todos a motor) en este área declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO pierden parte de su encanto nada más verlos, simplemente por el hecho de observarlos por cientos junto al muelle.

Sin embargo, una vez en el norte de Vietnam, la Bahía de Halong es, para mí, un destino de visita inexcusable. Una vez abstraído –en un ejercicio personal de relajación mental- del aspecto comercial de este tipo de turismo envasado, se puede disfrutar de unos paisajes sobrecogedores, inigualables, mientras se navega lentamente por la bahía entre las miles de pequeñas islas rocosas, algunas de ellas atravesadas por cuevas aquí y allá. Hacer kayak al atardecer puede ser una experiencia relajante para disfrutar del entorno de una manera diferente, y pasar la noche en uno de estos barcos seguramente sea más que tentador para un viaje de pastel en pareja. Para nosotros, simplemente indiferente. Eso sí, la Bahía de Halong, como conjunto, no puede dejar indiferente, tanto por su belleza natural, como por la reflexión a la que te induce sobre lo borregos que, con cualquier excusa, podemos llegar a ser en ocasiones, y sobre cómo siempre hay oportunistas para aprovecharse de ello de diversas maneras.

Así es que con estas cavilaciones, de vuelta a Hanoi ya teníamos claro que alquilaríamos unas motos para recorrer el norte de Vietnam. ¿Y por qué no comprarlas y cruzar también Laos con ellas? ¡Pues claro que sí! En cuatro días preparamos la ruta, probamos diferentes motos (que aprendimos a conducir sobre la marcha) y acabamos decantándonos por las más molonas de todas: unas Minks (bielorrusas, para más señas) de los 90 con las que mantendríamos una relación amor-odio durante las siguientes tres semanas.

Para despedirnos de Hanoi salimos una noche de fiesta, por primera vez desde Bangkok (ya hacía tres semanas de eso) y por última hasta Viantiane (tres semanas después). Increíble, pero cierto, amigos.

Tengo confianza que en todo lo que nos queda a partir de ahora –un poquito de Tailandia (desde donde escribí este post, en Kho Phangan), Filipinas (desde donde lo publico, en Manila), Chile, Argentina y Brasil-, encontraré el equilibrio que busco entre aventura, nuevas experiencias, descanso y fiesta, todo ello lleno de luz y nuevos colores, que son mis deseos para el nuevo año, tanto para mí como para mi familia y amigos.

¡Ya sabéis, luz y color para 2010!

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