sábado, 24 de abril de 2010

Brasil, Brasil, Brasil

Hace poco leí por ahí que “al caminar escribimos prosa y, al bailar, poesía”. Pues si nos atenemos a esta frase, sin duda que los brasileños son grandes poetas. Y como en el fondo parece que también tengo un rincón del alma de poeta, pues el fin del viaje no podía ser sino a ritmo de poesía carnavalesca, en Brasil, que es la musa y la samba de los versos del viajero.

Y es por eso que una de las pocas decisiones claras en este viaje es que comenzaríamos cruzando Rusia por la ruta transiberiana y que terminaríamos nuestro periplo en algún lugar –por definir entonces- de Brasil, para desfrutar do melhor Carnaval do mundo. Y ese lugar fue, siguiendo varias recomendaciones y sabias indicaciones, la preciosa ciudad de Ouro Preto, situada en el estado de Minas Gerais, muy cerca de Belo Horizonte.


En esta villa declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad (como mi querida Mérida), pasamos cinco días –con sus respectivas noches- de fiesta callejera, caipirinhas, whiskies ricos, y mucho baile. En los blocos se montan conciertos que duran toda la tarde y en los que la peña se pone ciega sobre todo a base de cervezas (los brasileños beben poco, la verdad), que están incluidas con la entrada (nada barata, por cierto). Y por la noche no se cabe por las calles (sobre todo cerca de la Praça Tiradentes), y eso que mucha gente (sobre todo los más jóvenes) se queda de fiesta particular en las repúblicas, que son casas de estudiantes acondicionadas durante las fiestas para acoger, apiñados en colchones, a los turistas –en su mayoría brasileños- compradores de pacotes, que además del alojamiento, también incluyen comida y cerveza gratis durante los cinco días, así como entradas para algunos blocos.


Nosotros probamos un poquito de todo: blocos, repúblicas varias (lo que nos costó que nos dejaran pasar en alguna), copas por las calles, desfiles de carnaval, caipirinhas, caipifrutas, whiskolas, bailes callejeros, y todo ello, con mucha alegría y mucho amor, que para eso estábamos en Brasil. Por cierto, que nos encontramos con un par de compañeros míos de Optimi, que acudieron, bien preparados y con más amigos suyos, por tercera vez a Ouro Preto, y lo pasamos pipa con todos ellos; eso sí, nos saltamos su visita turística a las minas de la zona…

Finalmente, saturados ya de Carnaval y de fiesta todo el día, nos marchamos a la costa nordestina, a un pueblecito llamado Cumbuco, cerca de Fortaleza, donde descansaríamos en la playa y donde también nos dedicamos a seguir dándole candela a esta nueva afición tan entretenida que es el kitesurf, donde siempre hay tanto por margen de mejora –gratificante-, sobre todo ahora en las etapas iniciales.


Fue un fenomenal colofón a esta gran experiencia de tomarse unos meses sabáticos para dedicarse con plena libertad a los viajes, la vida contemplativa, el ocio y el gozo. No es necesario decir que os lo recomiendo fervientemente a todos; y es que la voluntad firme de hacer las cosas es lo que lleva a conseguirlas y los límites sólo nos los imponemos nosotros mismos.

Así es que, ya sabéis, el que quiera, que lo haga.
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lunes, 22 de marzo de 2010

Día Mundial de la Poesía

Pues eso, que como lo prometido es deuda, y hoy 21 de marzo es el Día Mundial de la Poesía, voy a incluir en este post tres poemas buenos, o que al menos a mí me gustan por distintas razones:

RIMA IV - Gustavo Adolfo Bécquer

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

……

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡Habrá poesía!

Podéis leerla completa en: http://es.wikisource.org/wiki/Rima_IV


Como siempre, mucho más oscuro Baudelaire en "Las Flores del Mal":

CREPÚSCULO VESPERTINO – Charles Baudelaire

He aquí la noche encantadora, amiga del criminal;
llega como un cómplice, a paso de lobo; el cielo
se cierra lentamente cual una gran alcoba,
y el hombre impaciente se cambia en bestia salvaje.

Continúa en http://es.wikisource.org/wiki/Crep%C3%BAsculo_vespertino

Y para terminar, una de Julio Cortázar:

HAPPY NEW YEAR – Julio Cortázar

Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fìn de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.


Yo sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué – Jean Costeau

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En Quito, más cerca que nunca del Sol

Hoy 21 de Marzo, el equinoccio de Primavera marca el comienzo de una nueva estación, en el día en que la Tierra se encuentra más cerca del Sol. Y en esta fecha de cambio de ciclos, la fortuna (o más bien el trabajo, o las dos cosas) me han traído a la bonita ciudad de Quito, en Ecuador.

La semana ha sido bastante entretenida a nivel laboral, pero también me ha dado la oportunidad, entre ayer y hoy, de poder visitar su precioso centro histórico, así como subir en el Teleférico desde los 2800m de altitud en los que se asienta Quito hasta la Loma Cruz, a 4100m sobre el nivel del mar.

El centro histórico de Quito es realmente bonito. Amplias plazas con edificios coloniales, y preciosas iglesias de diferentes épocas, entre las que destacan, para mi gusto, la Basílica del Voto Nacional y la Iglesia de la Compañía, declarada Patrimonio de la Unesco y una verdadera belleza en su interior. Dentro de ella, me gustaron particularmente un dantesco cuadro de El Infierno, de un tal Hernando de la Cruz, y una exposición sobre ciencia y el legado jesuítico en Ecuador, en el que las referencias (y los mapas) a la Misión Geodésica del Ecuador eran interesantísimos.

Además, sin despegar los pies de la tierra, me he acercado todo lo que he podido al Sol al visitar esta mañana la Ciudad Mitad del Mundo (a 1 hora de Quito), en la latitud 0º 0' 0''. Allí, todos los años en este día, durante unos minutos, el sol no proyecta ninguna sombra sobre los objetos ni las personas, y, estando sobre la línea ecuatorial, el llamado "sol recto" del mediodía, marca la máxima cercanía de un punto sobre la superficie de nuestro planeta al astro rey.

Para verlo más de cerca, fiémonos de la NASA:



Y así, con un pie en cada hemisferio, y habiendo perdido un poco de peso (que no de masa, sólo es el efecto de la gravedad), me vienen a la cabeza algunas de las diferencias entre el hemisferio norte y el hemisferio sur (ya tenía ganas de encontrar una excusa para contarlo en el blog :-)).

Por supuesto, están invertidas las estaciones, lo que hace que este año pasara un verano estupendo en Tailandia, Filipinas, Argentina o Brasil, mientras España sufría unos crudos y fríos meses invernales. También están los efectos de la aceleración de Coriolis, por los cuales las grandes corrientes de aire y agua (no pude verificar que así pasase con el agua del váter al tirar de la cadena) giran en sentidos opuestos. Asimismo, tenemos diferentes puntos de vista del universo, con lo que la posición relativa de los astros es distinta, lo cual hace que los métodos de orientación cambien según el hemisferio. Y la luna, ayyy la luna, en el hemisferio austral no miente.

Luego están las diferencias económicas y sociales, pero eso es otra historia. Al menos el aire es más limpio en el hemisferio más pobre.

Bueno, pues cambiando de tercio y siguiendo con mis historietas sobre el día de hoy, resulta que en muchas civilizaciones antiguas (incluyendo las culturas precolombinas), esta fecha en el que el día dura exactamente lo mismo que la noche, también tenía un significado muy especial y llevaba asociados diversos rituales, relacionados con la fertilidad, el inicio de las cosechas y, dicen, la purificación y el despertar de las conciencias. Incluso durante siglos se celebraba la fiesta pagana del comienzo del nuevo año en el equinoccio de primavera.

Así es que, como yo soy muy de festejarlo todo, hoy en Ciudad Mitad del Mundo, me he sometido a un ritual de purificación a cargo de chamanes quitus, en plan aromaterapia, en una especie de museo-templo-chiringuito la mar de curioso junto al cráter del Pululahua, montado con el objetivo de recuperar los valores y rituales tradicionales indígenas. Un rollo energético muy místico, que en cualquier caso me ha sentado bien, dentro de mi escepticismo.

Y siendo con los festejos, también hoy es el día Mundial de la Poesía, así a ver si me da tiempo ahora (si no mañana, ya desde Madrid) de dejar otro post con unas cuantos poemas (sólo tres), de Bécquer, Baudelaire y Cortázar. Y en éste, una frasecita buena de Baudelaire:
“Para no ser los esclavos martirizados del tiempo, embriagaos, ¡embriagaros sin cesar! con vino, poesía o virtud, a vuestra guisa”.
Pues eso, embriaguémonos hoy de vino y de poesía, que mañana es el Día Mundial del Agua, que da más pie a la celebración de la supervivencia que de a la de la embriaguez … y además es lunes.

Mi viaje ya terminó, pero, al menos hoy, yo sigo bailando.
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jueves, 25 de febrero de 2010

Argentina: tan cerca, tan lejos

Una de las cosas que aún no me puedo explicar es cómo no había estado antes en este país con el que tantas cosas me unen. Argentina es un pedazo de España en Sudamérica: así, Buenos Aires es un Madrid gigantesco dibujado con escuadra y cartabón; y las calles de Mendoza, con sus cafeterías a la sombra de los árboles parecen traídas del Paseo de Cánovas en Cáceres a las proximidades del Aconcagua.


El argentino es un castellano viejo que conoce su lengua y juega con ella –en España cada vez la conocemos menos, con lo que para muchos hay poco margen para recrearse en ella-, con un punto de italiano caradura, y que se adaptó al mundo latino con el que convive a ritmo de tango, sufriendo los vaivenes de la vida (y del peso) de la mano de su Dios Maradona. De esta forma, las conversaciones con ellos sólo pueden ser, además de dilatadas en el tiempo –por su conocida verborrea-, divertidas, ya se hablase de política, de mujeres o de fútbol, sin duda los temas favoritos del país. Entre ellos, las discusiones sobre la mística, el talento y la (in)competencia de Maradona no tienen parangón, así es que con mucha asiduidad le sacábamos el tema a los taxistas, que siempre entraban al trapo.

Estas dos semanas y pico en Argentina me han puesto el caramelo en la boca para volver. Quizás lo peor de todo fuese la mala decisión de ir a pasar un fin de semana a Mar del Plata, una ciudad enorme y masificada donde se concentran buena parte de los porteños a pasar sus vacaciones. No daban ganas ni de ir a la playa, un verdadero campo de batalla en el que se suceden las luchas por colocar una toalla o meter un pie en el agua. ¡Nunca vi nada igual!

Sin embargo, a partir de ahí, todo fue estupendo y muy variado: Bariloche y la región de los Lagos, Mendoza y la zona cercana de los Andes, Córdoba y sus sierras... Dejé sin embargo muchos otros lugares para nuevas visitas que sin duda haré: el glaciar Perito Moreno, Tierra de Fuego, el norte del país (Salta, Tucumán y Jujuy), tal vez Rosario…

San Carlos de Bariloche es una pequeña y preciosa ciudad de montaña a la que llegamos desde Mar del Plata en un largo trayecto en autobús a través del interminable paisaje patagónico. Situada junto al lago Nahuel Huapi, su situación es la zona es inmejorable como centro turístico durante todo el año, ya que se convierten en estaciones de esquí en invierno lo que en época estival son lomas y montañas por donde hacer rutas de senderismo.


Tras subir el Cerro Campanario, un día lo dedicamos a recorrer en bicicleta el llamado “Circuito Chico”: unos treinta y cinco kilómetros, a través de preciosos parajes junto al lago, que se acabaron haciendo largos con tantas subidas y bajadas. Otro día hicimos la espectacular “Ruta de los Siete Lagos” –esta vez en coche-, que nos llevó a lugares tan típicos como Villa La Angostura o San Martín de los Andes, pasando por caminos de ripio (tierra), algunos de los cuales sin duda eran propios de carreteras de rally.


Por otra parte, en la zona andina cercana a Mendoza, fijamos el pequeño pueblo de Uspallata como nuestro centro de operaciones para visitar el valle del mismo nombre, el Parque Nacional del Cerro Aconcagua, y los diferentes puntos de interés a través de la carretera que va camino de Chile: el Puente del Inca, el Monumento chileno-argentino al Cristo Redentor –donde, a 4000 metros sobre el nivel del mar, hacía un viento gélido que helaba hasta la sangre-, o el cerro de los Penitentes. Impresionantes paisajes, con ríos de aguas bravas, quebradas imposibles, cerros multicolores y el impresionante Aconcagua, dominador de las áridas y nevadas cumbres andinas. De vuelta a Mendoza fuimos por una ruta diferente, cuyo mayor atractivo era el trayecto en sí, atravesando los llamados caracoles de Villavicencio, un camino en zig-zag de pista de arena (regular) a través de la semi-cordillera andina. Y ya en esta concurrida ciudad universitaria pasamos una noche de jueves muy divertida, cenando mejor que de costumbre y liándola parda en algún boliche mendocino, hasta bien tarde, ya que resulta que Argentina es el único país que conozco en el que la noche comienza (y alguna vez, termina) más tarde que en España.


Lo siguiente en nuestro viaje fue Córdoba, ciudad en la que destaca la Plaza de San Martín (en todo el país hay alguna, haciendo honor al “libertador”), con su bonita catedral jesuítica. Desde allí, tras salir un par de noches (regular), exploramos varios pueblos en el valle de Punilla: Cosquín, La Cumbre –pueblo llamado como el de mis abuelos, cerca de Trujillo; y donde un pequeño riachuelo a veces es llamado El Balneario y otras, según el agua que lleve, El Chorrillo- o Villa Carlos Paz, que sin duda tiene más encanto del que me esperaba (nos dijeron que era un Mar del Plata de interior), con una situación privilegiada junto al lago San Roque.

Al margen de toda la parte turística y de recreo en Argentina, y mucho más importante, resulta que tengo familia allí. Sí, Nieves y Manolo, hermanos de mi abuelo Paco, se fueron de su Losar hacia Argentina hace más de 40 años, y durante este viaje he tenido la fortuna de conocer y pasar unos ratos magníficos con una parte de mi familia que no conocía y que está afincada allí. Mi tía Nieves (con 93 años, 17 nietos y 28 bisnietos, según recuerda con cariño muy lúcida ella), su hijo Paco y su hija Rosa Mary viven en Córdoba, y con todos ellos pasé una tarde-noche entrañable y divertidísima. En Buenos Aires, Daniel, primo hermano de mi madre, nos mostró una pequeña parte de Buenos Aires (La Boca, con la típica calle Caminito) y nos invitó a cenar con toda su familia a su bonita casa en San Isidro.

También lo pasé estupendamente y me sentí muy cómodo y cercano con los todos los Antón: y es que la familia siempre es la familia, esté donde esté.
18 - Argentina

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martes, 23 de febrero de 2010

Última ración de libros del viaje: cal y arena

Para finalizar, durante este viaje, con mis pequeñas reseñas de los libros que voy leyendo, hoy voy a hablar de Cuentos populares vietnamitas, El testamento de un extravagante, de Julio Verne, Diálogo entre un sacerdote y un moribundo, del Marqués de Sade, y El libro de los amores ridículos, de Milan Kundera. Ahí lo tenéis, el que quiera que lo lea.


Cuentos populares vietnamitas


Una auténtica bazofia, una mierda hedionda con muy poquito de donde rascar. Bien me podía haber tomado, con los tres euros que me costó el librito en Vietnam, otras tantas cervezas; y haberme entretenido en hacer punto de cruz en lugar de entregarme a la lectura de esta recopilación de inocentes historietas que supongo sólo harán gracia, si acaso, a los vietnamitas, si es que son muy de pueblo. Decía Quevedo en El Buscón: “Dios te guarde de mal libro, de alguaciles y de mujer rubia, pedigüeña y carirredonda”; pues que así sea, por favor.


El testamento de un extravagante
– Julio Verne

Definitivamente, el genio de Julio Verne no será recordado por esta novelilla, que no sabría calificar como ligera o pesada, extravagante o montonera. Ligera por sus dimensiones físicas y su simpleza; pesada por los interminables listados de ciudades americanas por las que viajan los personajes en sus rutas azarosas; extravagante por la original idea de la novela en sí –un millonario que dejará su fortuna al ganador de una especie de juego de la oca en que los concursantes, elegido al azar, han de viajar por los estados americanos representados en cada casilla del juego; y finalmente montonera por la falta de calidad narrativa (en mi opinión) y previsible final. Da para poco más que un aburrido trayecto de autobús, pero ya es algo.


Diálogo entre un sacerdote y un moribundo
– Marqués de Sade

Tremenda plática sobre la existencia o inexistencia de Dios, en la que un moribundo le da un contundente repaso al sádico sacerdote (sádico por el nombre del creador del personaje y tal vez también por el final del texto), a través de un inequívoco elogio de la razón como argumento para esta discusión filosófica tan manida.

De entre todas las frases buenas del libro, yo, ateo educado entre curas (a los cuales respeto en su mayoría, y a alguno hasta admiro), me quedo con ésta: “renuncia a la idea del otro mundo, no lo hay, pero no renuncies al placer de ser feliz y de hacer la felicidad en éste”.


Risíveis amores – sete histórias de amor extremadamente originais
(El libro de los amores ridículos)
- Milan Kundera

Para seguir mejorando mi portugués, compré este excelente y divertido libro de otro gran genio, Milan Kundera, quien bien podría haberse entregado a la novela picaresca de haber querido, porque ingenio y talento no le faltan para desarrollar la parte más íntima, ruin y conflictiva –a diferentes niveles- de la psicología de los personajes.

Al mismo tiempo, en este libro también, sus historias te implican de forma profunda y te hacen reflexionar sobre aspectos de tu vida sobre los que, tal vez, no te hayas parado a pensar lo suficiente. Sí, claro, el libro me está gustando, y mucho.

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Hacia Chile pasando por un poquito de mundo anglosajón

La verdad es que nos costó muchísimo marcharnos de Asia, y eso que la idea inicial era pasar en Sudamérica unos tres meses. Pero la dinámica del viaje, que requería tomarnos la vida con calma, hacía que nos costase horrores, por unas cosas u otras, despedirnos fácilmente de cada país asiático.

De hecho, incluso intentamos alargar una semana más nuestro tiempo en Filipinas con la idea de darnos una vuelta por el Carnaval que se celebra a mediados de Enero en Kalibo, al que el dueño de nuestra pensión en Boracay (un tío muy divertido) nos invitaba, pues él tenía casa allí.

No pudo ser –¡menudo quilombo hemos tenido durante todo el viaje con los vuelos del billete de vuelta al mundo de LAN Chile!-, así es que a partir de entonces (10 de enero) afrontamos el complicado trámite de llegar, a través de varios destinos intermedios, desde Filipinas hasta Chile, nuestro punto de entrada en Sudamérica. Así, de Boracay tomamos el bote a Caticlán, para allí volar a Manila, y de allí a Bangkok el mismo día; al siguiente, vuelo a Brisbane, en Australia (vía Singapur). Un par de días en la Sunshine Coast australiana, y vuelo hasta Santiago, con escala de unas horas en Auckland, Nueva Zelanda.

Sinceramente, no me dio pena no pasar más tiempo en Australia o Nueva Zelanda (y eso que NZ me encantó cuando estuve, y me quedé con ganas de explorar con más tiempo la parte más septentrional de la isla norte) esta vez, ya que en el estilo de viaje que proyectamos, lo que es el mundo anglosajón no pega demasiado. Caro, caro, caro, y más en comparación con Asia, de donde veníamos. De todas formas, por ver la zona, alquilamos un coche en el aeropuerto de Brisbane y condujimos hasta Mooloolaba, un tranquilo pueblo surfero australiano en el que fuimos a la playa y nos recuperamos de tantos días seguidos saliendo en Boracay.

Y así llegamos a Chile, donde disfrutamos de la hospitalidad y amabilidad de Charlie y señora, conocimos a su recién nacida hija Cristina y nos dimos algún que otro homenaje culinario. La ciudad de Santiago de Chile no me pareció que tuviese nada especial, aunque tiene pinta de ser un lugar cómodo y tranquilo para vivir.


También visitamos Valparaíso, bonita ciudad costera, a la que Neruda tenía un enorme aprecio. A mí me decepcionó un poco, aunque, como siempre, es cuestión de expectativas.


Las expectativas que desde luego no defraudaron fueron las de volver a utilizar el castellano, y es que, aunque sea con ciertas palabras trocadas, sólo escuchar tu lengua materna te hace sentir como en casa. Eso sí, como ya dije, allí se sale de carrete, en lugar de a la Quiniela se juega a la Polla, y, en vez de azafatas, en los vuelos te atiendan aeromozas.

Pero para mozas, olvidémonos de Chile, que nuestro siguiente destino era … Argentina.
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domingo, 21 de febrero de 2010

Filipinas, menuda perla por descubrir

¡Grande Filipinas! El carácter y el cercano humor de sus gentes, la sosegada belleza de sus playas, sus miles de islas por descubrir, así como sus enormes posibilidades para hacer deporte (submarinismo, kitesurf, trekking, etc.) hacen de este país otra de las grandes sorpresas del viaje, y un destino al que, antes o después, de una forma o de otra, intentaré volver.

Después de tanto tiempo en Asia, ya casi dábamos por perdida la comunicación espontánea, la complicidad en el humor y las conversaciones entretenidas con locales. Y en Filipinas, todo eso apareció, y en grandes dosis. Los filipinos hablan perfectamente inglés, y muestran siempre una cara amable, feliz y divertida (muy al estilo brasileño, por cierto; ahora que acabo de pasar el Carnaval en la bonita ciudad de Ouro Preto). Además, a los españoles nos tienen un cariño especial, dicho sea de paso; y eso que nos fuimos de allí (bueno, nos echaron los americanos a su manera, por variar) ya hace más de 100 años.

Por cierto, el libro de Manuel Leguineche “Yo te diré…La verdadera historia de los úlltimos de Filipinas” es excepcional; lo leí hace unos años y no puedo dejar de recomendarlo. Para un resumen de la historia de estos patriotas cabezones, visitad este enlace.

Ya antes de esa época y hasta ahora, muchas palabras españolas han sido asimiladas al tagalo (los números, sin ir más lejos), y los nombres y apellidos españoles abundan (hay muchas historias curiosas sobre los originales nombres filipinos). Para continuar con la cercanía a casa que ya de por sí Filipina nos ofrecía, cenamos en un buen restaurante español –llamado Dos Mestizos y regentado por un canadiense muy majo- un par de veces (el bacalao a la vizcaína, de lo mejor) y algún otro día retomamos dos grandes costumbres de nuestra tierra: la clásica y reparadora siesta por un lado –sin duda necesaria-; y la merienda-cena –asidero de abuelas y tías-abuelas ocupadas- por otro, en la que un bocadillo de jamón serrano con queso manchego del bueno lució casi como en casa.

Bueno, pues ya metidos en contexto, os cuento que esta mi primera visita a Filipinas la dedicamos casi en su totalidad a un destino de lo más completo que puede haber: Boracay. De Manila en avión a Kalibo, de ahí a Caticlán en bus (un hora y media) y finalmente quince minutos en barca te dejan en la preciosa isla de Boracay.

A pesar de tener una infraestructura turística muy desarrollada, con múltiples opciones de alojamiento, comercio y bebercio, tiene un encanto muy especial y rápidamente uno observa que la gente que tiene la fortuna de estar allí, bien de paso –como nosotros-, bien establecida de forma permanente, es simple y llanamente feliz, lo que es mucho decir hoy en día.


La playa este (White Beach), a lo largo de la cual las palmeras se encuentran alineadas casi en formación militar, permite disfrutar de unas puestas de sol espectaculares. Un poquito más tarde, y tras tomar un par de Long Island Ice Tea en un clásico bar de cuyo nombre no puedo acordarme , comienza en esta zona la diversión y marcha nocturna, que dura, día sí y día también, hasta altas horas de la madrugada, y en la que los filipinos, que por naturaleza son unos cachondos, salen de fiesta junto con los extranjeros que por allí andan (curiosamente, muchos rusos y rusas).

La playa oeste (Bulabog), sin embargo, es mucho más tranquila, y se destaca por ser todo un paraíso para ejercitar el kitesurf: un deporte que nos enganchó desde el principio. Estuvimos toda una dura semana saliendo por las noches hasta tarde, y levantándonos por la mañana temprano para coger las mejores condiciones de viento y marea en nuestro curso de iniciación a este deporte tan divertido y que espero seguir practicando.


Ahora estoy en otro destino estupendo (cerca de Fortaleza, en Brasil), donde también se puede practicar el kitesurf (hoy hicimos y mañana más), y sin embargo Filipinas en general y Boracay en particular no se me pueden ir de la cabeza al pensar en un lugar de vacaciones de sol y playa, rodeado de gente estupenda, con lugares bonitos por visitar, y muchas cosas por hacer.

Sin duda, Filipinas, famosa por sus perlas, es toda un perla por descubrir.
17 - Filipinas - Boracay

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viernes, 19 de febrero de 2010

Nochevieja en Kho Phagan

Decidimos ir a Kho Phagan en Nochevieja, en lugar de a Filipinas, nuestra otra alternativa, fundamentalmente porque habíamos quedado con Cory, ya hacía más de un mes y medio, en pasarla juntos, y él estaba encabezonado con que fuese allí, ya que era la primera vez en 18 años que la noche de fin de año coincidía con la fiesta de la luna llena, todo un clásico en este lugar. Además, Marco también iba para allá (fuimos juntos desde Viantiane en un viaje que se hizo eterno, combinando trayectos en tres, autobús y barco), y estábamos seguros de que en buena compañía lo pasaríamos en grande.


No se puede decir que con ello nos diéramos realmente una oportunidad para cambiar nuestra opinión sobre Tailandia, un destino que, encandilados por otros lugares del Sudeste Asiático, habíamos dejado de lado, cambiando los planes iniciales, por parecernos masificado y occidentalizado (seguro que hay lugares especiales también, pero hay que buscarlos mucho, como en el libro de La Playa).

Si algo define una fiesta en Kho Phagan (bueno, en la playa de la fiesta, Hat Rin, que es donde estábamos nosotros) es la masificación: australianos, israelíes, suecos, ingleses y americanos abarrotan lo que en el pasado habría sido una bonita y tranquila playa. Tailandeses de marcha, pocos: al margen de los que curraban en los chiringuitos –majos, divertidos y con letreros chisposos en sus tenderetes de venta de alcohol-, sólo las trabajadoras del placer se camuflaban en el mogollón.

Las dos o tres noches previas a Nochevieja ya pudimos ver que el ambiente de música electrónica y desfase a lo guiri salvaje no nos iba mucho, así es que aprovechamos algún día de lucidez para hacer una rutilla en moto por la isla (que no es pequeña) y ver de esta forma alguna playa perdida mucho más tranquila que la nuestra. De todas maneras, de cara a Nochevieja, había que intentar darlo todo… (no tanto como Cory unos días antes, que, haciendo el animal bailando encima de una mesa, se cayó y se destrozó las costillas).


Y eso hicimos, que bien servidos a la sombra de los pinos se ven las cosas de otra forma... Así sí, la fiesta es otra historia y los mejores deseos que me salían no podían ser más que por un nuevo año lleno de nuevas luces y nuevos colores, claro. ¡Pues eso!
16 - Tailandia - Kho Phagan

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