sábado, 5 de septiembre de 2009

El idioma transiberiano: el rusenplanglish

Después de más de tres semanas atravesando el corazón de Rusia y Mongolia en el transiberiano-transmogoliano, una de las ideas que con más insistencia resuena en mi cabeza es la de la limitación que supone, a todos los niveles, el problema de la incomunicación y de falta de entendimiento entre las personas por razones de idioma.

La buena voluntad y la persistencia en la utilización del rusespanglish, acompañadas de un extra de efectivo y la guía Ruso para el viajero de Lonely Planet, sirven para la supervivencia y poquito más. Pero para realmente sentirse cómodo en un país a medio plazo –y salirse totalmente del modo turista- es necesario compartir un idioma común.

Hasta que nos montamos en el interminable tren de Irkutsk a Ulan Bator, en el que los dos únicos vagones que hacían esta ruta completa estaban repletos de extranjeros (compartimos “camarote” con una pareja belga), nuestras conversaciones en el tren con viajeros, trabajadores y familias rusas siguieron una pauta muy similar y básica que, en general, le acababa restando atractivo a la conversación (que era otro parte más del día de la marmota del transiberiano), excepto cuando los niños -mucho más gestuales que los adultos- o el vodka –bebida nacional- hacían acto de presencia.

Si no encontrábamos a nadie que nos echase una mano (normalmente alguna chica joven), comprar los billetes de tren o montarse en el autobús adecuado requería de todos nuestros sentidos para no acabar en Sebastopol (también un destino atractivo para otro viaje). Comer en general es menos problemático (comer bien sí lo es), pero encontrar los restaurantes o lugares de interés a veces tiene su miga (extremeña precisamente).

En Tomsk, por ejemplo, queríamos jugar un partido de tenis. Los gestos son obvios para dirigirnos a la gente, pero tuvo que ser con una conversación medio en ruso medio en alemán (me sorprendí a mí mismo de todas las palabras que podía recordar; yo, que en casi 2 años en Viena no llegué a hablar alemán), como conseguimos que una chica muy maja nos indicase primero, se montase con nosotros en el autobús después, e incluso nos llevase hasta las pistas que estaban perdidas en medio de un parque. Allí jugué mi primer partido de tierra batida y puedo decir que me mantengo invicto en esta superficie .

También intentamos alquilar un apartamento, pero, a pesar de los esfuerzos y decenas de llamadas de las dos agencias que, sin hablar inglés (sólo algo de alemán) nos ayudaron, sólo pudimos ver un piso, que no merecía la pena en relación al mítico hotel Sputnik donde nos quedamos, un gran centro de operaciones para esta ciudad universitaria. Por cierto, nos pasaron al teléfono a una señora que hablaba perfectamente español y que nos ayudó con varios temas en Tomsk (lo que ayuda el idioma!).

En Yekaterimburgo fuimos a tomar unas cervezas a un pub irlandés (garantía de buen rollo y, pensábamos, de encontrar guiris o al menos gente que hablase inglés), y, para mi sorpresa, todo el mundo se empeñaba en hablar conmigo en ruso (¿tendré pinta de ruso?). Es curioso que, ante esas situaciones, tendamos a usar preferentemente el inglés, como si un ruso o un mongol fuesen a entender mejor el inglés que el castúo.

Por la noche, ya os podéis imaginar: todo un espectáculo comunicativo en bares, pubs y discotecas, en el que sacamos todas nuestras dotes interpretativas para explicar si nos dedicábamos, en esa ocasión, al mundo del toro (muuu, muuu, con pase de pecho incluido), a la cocina elaborada (chefpovar, chefpovar…) o al fútbol profesional (pin-pin-pin, pin-pin-pin, con toque de balón simulado). Yo lo que creo que pensarían algunos que éramos es gilipollas, sobre todo tras contar nuestra ruta en tren (seguramente no sabían que hay rusos y guiris que se la hacen de un tirón de Moscú hasta Irkutsk o incluso Ulan Bator; ya son ganas!).

Así es que, desde que hemos visto más guiris en modo backpackers aquí en Mongolia, hemos visto la luz de la comunicación y, para lo bueno y para lo malo, hemos abandonado nuestro querido rusespanglish.

En cualquier caso, ya hace mucho tiempo que me quedo con la lengua de Cervantes frente a la de Shakespeare para muchas situaciones, y pido la cuenta y los whiskies con coca cola, a la española.

4 comentarios:

  1. Os teníais que haber llevado a José Luis, que mi cachorrín seguro que os hubiera sacado las castañas del fuego... es inmune al cambio de idioma (:-)=

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  2. Tito Rober: Qué tal campeón!!! Veo que lo del idioma lo estais llevando bastante bien. Cuidadin que te adentras en terreno dónde te pueden dar “gato por liebre”. Sé que tienes experiencia con las “tarrinas de helados” y con el “agua amarilla”. Por cierto desde Mérida decirte que el 9 de Septiembre juega aquí la selección campeona de europa y he conseguido entrada. Ya te contaré

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  3. Coger el autobús y sabar a dónde te lleva es complicado en cualquier país, hasta en España

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  4. Rober:Tú que estás disfrutando de una experiencia única te gustará mirar al pasado y recordar momentos históricos para nuestro Mérida y para esta ciudad. Hoy hemos vuelto a sentir las mismas emociones que antaño cuando disfrutábamos de llenos históricos en el Romano viendo partidos que no se borrarán de nuestros recuerdos. La selección estuvo aquí y la ciudad se volcó con ella, lleno histórico en el entrenamiento con 15.000 personas en el estadio dos horas antes del entreno y llenazo en el partido. El partido fue lo de menos, se ganó 3-0 y nos clasificamos para el mundial pero la afición de 10, todo el partido haciendo “olas” y cantado Hola Fondo Norte y fondo Sur, y votando todo el campo. Bueno que te voy a contar si tú también lo viviste con la misma ilusión. Por ello te recordamos desde la distancias y te hacemos partícipe también de nuestros recuerdos.

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